domingo, 23 de marzo de 2014

El casamiento engañoso y El coloquio de los perros

Tanto El casamiento engañoso como El coloquio de los perros conceden al lector un papel muy activo en la interpretación del texto, como lo demuestra el episodio de la bruja Cañizares ¿Por qué?

El coloquio de los perros es una novela inverosímil porque dos perros
mágicamente empiezan a hablar y a contar sus experiencias personales. Para hacer esta novela más creíble Cervantes hace creer que una bruja hechiza a los perros para que hablen.
En la época en la  que Cervantes escribió esta novela se creía que las brujas podían hacer magia de verdad. Cervantes aprovechó esta credibilidad de las personas para hacerla más creíble. Por eso introdujo a la bruja Cañizares, que en la época del libro fue acusada de brujería y más tarde fue ejecutada. Al incorporarla en su obra Cervantes consiguió que fuera  más creíble. Así los lectores de aquella época se tomaron la obra más en serio porque todos conocían las historias de brujas.                 


Cipión se muestra incrédulo ante la historia que la bruja Cañizares cuenta a Berganza, sobre el origen de ambos. Según la bruja, ellos debían haber sido humanos, pero fueron embrujados antes de nacer, por lo que su madre, en lugar de dar a luz a dos niños, dio a luz a dos perros. Cipión se pregunta:

 "Si no es que sus palabras [de la bruja] se han de tomar en un sentido que he oído decir se llama alegórico, el cual sentido no quiere decir lo que la letra suena, sino otra cosa, que, aunque diferente, le haga semejanza".

Esta discusión era, de hecho, propia de la época de Cervantes sobre cómo debe interpretarse el discurso literario, literal o simbólicamente, como sucede en el Quijote
La solución al asunto será dada por otro escéptico lector —que por cierto, se encuentra en otro nivel de realidad dentro de la ficción misma—: Peralta, quien está leyendo "El coloquio", cuando dice:


" No importa que los sucesos narrados sean verdaderos o falsos sino el artificio, la invención y la recreación del entendimiento ".

La utilización de dos perros como personajes que hablan y reflexionan como hombres, recurso literario que tiene como fin sorprender al lector. En nuestro caso no sólo se sorprende, el artificio deja también a la historia en suspenso puesto que los lectores nunca sabremos si los perros en realidad eran humanos embrujados. De esta forma, además de las funciones de placer y provecho que debe tener una obra literaria, agrega la admiración. 




En tiempos de Cervantes se pedía a la literatura algo más, algo que llegó a adquirir una dignidad semejante a la alcanzada por las funciones tradicionales de la instrucción y el entretenimiento. La literatura debía despertar admiración en el lector o en el espectador. Con esta palabra se entendía fundamentalmente, al parecer, una especie de excitación estimulada por todo lo que fuera excepcional, ya por su novedad, por su excelencia, o por otras características extremas. Las causas de admiración variaban desde lo puramente sensacional hasta lo noble, lo bello o lo sublime.

Cervantes también utiliza un método para juzgar como bueno o malo algún acontecimiento y, con ello, dar clases de moral este método se llama predicar.

"Berganza. — "¡Válgame Dios! —decía entre mí—. ¿Quién podrá remediar esta maldad? ¿Quién será poderoso a dar a entender que la defensa ofende, que las centinelas duermen, que la confianza roba y el que os guarda os mata?" 
Cipión.— Y decías muy bien, Berganza; porque no hay mayor ni más sutil ladrón que el doméstico, y así, mueren muchos más de los confiados que de los recatados; pero el daño está en que es imposible que puedan pasar bien las gentes en el mundo si no se fía y se confía. Mas quédese aquí esto, que no quiero que parezcamos predicadores".  

Ahora bien, podríamos preguntar si el predicar no es, de alguna manera, una de las funciones de la literatura de esta época. Sí, pero Cervantes permite que sea el lector quien elija, al mostrar los hechos no como deberían ser, si no como son: en muchos casos, ambivalentes como por ejemplo: los ladrones son religiosos; los nobles, crueles; las fregonas, seres ilustres; y las gitanas, honradas. 
El objetivo de evitar predicar, murmurar o filosofar, que a duras penas acepta Cipión, es concentrarse en el acto mismo de narrar, sin llegar más allá, aunque tal parezca que no se pueda evitar del todo:

 "Berganza. — Todo eso es predicar, Cipión amigo. Cipión. — Así me lo parece a mí, y así, callo".  

Juan Miguel Villacreces Gómez (1º BTO A)

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