Los lugares en las leyendas de Bécquer son muy representativos ya que gracias a ellos nos dan información de dónde se encuentran personas u objetos en cada momento. Podemos encontrar algunos ejemplos de lugares (El Monte de las Ánimas, Sevilla, la iglesia de Sevilla…)
El monte de las Ánimas está situado a las afueras de Soria y a orillas del Duero. Es un lugar bastante tenebroso, y en él se rendían los frutos de ese paraje para recaudar fondos con los que decir misas por las almas de los difuntos, de ahí el nombre del Monte. Había muchísimos cadáveres y lobos salvajes.
Cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados ,los lobos aúllan ,las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él antes de que cierre la noche.
La iglesia de Sevilla proviene de la leyenda ¨Maese Pérez, el Organista¨ Esta iglesia es el lugar donde Maese Pérez era el organista. La iglesia era uno de los monumentos mas importantes y bonitos y donde también se realizaron varias actividades donde había casi siempre buen ambiente y la gente disfrutaba yendo.
La Iglesia estaba iluminada con una profusión asombrosa. El torrente de luz que se desprendía de los altares para llenar sus ámbitos chispeaba en los ricos joyeles de las damas, que, arrodillándose sobre los cojines de terciopelo que tendían los pajes y tomando el libro de oraciones de manos de las dueñas, vinieron a formar un brillante círculo alrededor de la verja del presbítero. Junto a aquella verja, de pie, envueltos en sus capas de color galoneadas de oro, dejando entrever con estudiado descuido las encomiendas rojas y verdes, en la mano el fieltro,cuyas plumas besaban los tapices; la otra sobre los bruñidos gavilanes del estoque o gran parte de lo mejor de la nobleza sevillana, parecían formar un muro, destinado a defender a sus hijas y a sus esposas del contacto de la plebe. Ésta, que se agitaba en el fondo de las naves, cn un rumor parecido al del mar cuando se alborota prorrumpió en una aclamación de júbilo, acompañada del discordante sonido de las sonajas y los panderos, al mirar al arzobispo, el cual, después de sentarse junto al altar mayor bao un solio de grana que rodearon sus familiares,echó por tres veces la bendición al pueblo.
Pablo Rodríguez 4ºB
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