martes, 28 de enero de 2020

Los personajes masculinos en las leyendas de Bécquer


Los personajes masculinos en "Las leyendas" de Bécquer se caracterizan por ser muy valientes, apuestos, y hacer cualquier cosa para complacer a sus amadas. Esto lo podemos encontrar en la leyenda "El Monte de las Ánimas" donde podemos destacar a Alonso, uno de los protagonistas y primo de Beatriz; este caballero antepone el amor a su propia vida:


Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alfonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía, movida como por un resorte se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego:
-Adiós Beatriz,adiós...Hasta pronto.
-¡Alonso! ¡Alonso! -dijo esta,volviéndose con rapidez;pero cuando quiso o aparentó querer detenerle,el joven había desaparecido.


Además, Alfonso es un joven cazador que parece enamorarse en secreto de su prima. Él muere por las ánimas de unos soldados muertos cuando iba en busca de una prenda que su prima había perdido.

También podemos encontrar personajes como Maese Pérez de la leyenda "Maese Pérez, el organista", uno de los protagonistas, este es un pobre organista viejo, humilde y cuidadoso:

De las otras comunidades, puedo decir que le han hecho a Maese Pérez proposiciones magníficas; verdad que nada tiene de extraño, pues hasta el señor arzobispo le ha ofrecido montes de oro por llevarle a la catedral... Pero él, nada... Primero dejaría la vida que abandonar su órgano favorito... ¿No conocéis a maese Pérez? Verdad es que sois nueva en el barrio... Pues es un santo varón; pobre, sí, pero limosnero cual no otro... Sin más parientes que su hija ni más amigo que su órgano, pasa su vida entera en velar por la inocencia de la una: y componer los registros del otro... ¡Cuidado que el órgano es viejo!... Pues nada, él se da tal maña en arreglarlo y cuidarlo, que suena que es una maravilla... Como le conoce de tal modo, que a tientas... porque no sé si os lo he dicho, pero el pobre señor es ciego de nacimiento... Y ¡con qué paciencia lleva su desgracia!... Cuando le preguntan que cuánto daría por ver, responde: Mucho, pero no tanto como creéis, porque tengo esperanzas. —¿Esperanzas de ver? —Sí, y muy pronto —añade sonriéndose como un ángel—; ya cuento setenta y seis años; por muy larga que sea mi vida, pronto veré a Dios...



Éste ama su órgano,que lo toca hasta el día de su muerte.


-¡Maese Pérez está aquí!... ¡Maese Pérez está aquí!...
A estas voces de los que estaban apiñados en la puerta, todo el mundo volvió la cara.
Maese Pérez, pálido y desencajado, entraba en efecto en la iglesia, conducido en un sillón, que todos se disputaban el honor de llevar en sus hombros.


En la leyenda "Rayo de Luna" podemos encontrar a Manrique, uno de los personajes principales que a su vez era un joven noble, poeta, solitario y soñador:


En efecto, Manrique amaba la soledad, y la amaba de tal modo, que algunas veces hubiera deseado no tener sombra, porque su sombra no le siguiese a todas partes.
Amaba la soledad, porque en su seno, dando rienda suelta a la imaginación, forjaba un mundo fantástico, habitado por extrañas creaciones, hijas de sus delirios y sus ensueños de poeta, tanto, que nunca le habían satisfecho las formas en que pudiera encerrar sus pensamientos, y nunca los había encerrado al escribirlos.
Creía que entre las rojas ascuas del hogar habitaban espíritus de fuego de mil colores, que corrían como insectos de oro a lo largo de los troncos encendidos, o danzaban en una luminosa ronda de chispas en la cúspide de las llamas, y se pasaba las horas muertas sentado en un escabel junto a la alta chimenea gótica, inmóvil y con los ojos fijos en la lumbre.

Noble medio loco que amaba la soledad. Un día se enamoró de un rayo de luna que él creyó que era una mujer y la anduvo buscando mucho tiempo, hasta que se dio cuenta que dicha mujer no existía y volvió a la cordura:


Habían pasado algunos años. Manrique, sentado en un sitial junto a la alta chimenea gótica de su castillo, inmóvil casi y con una mirada vaga e inquieta como la de un idiota, apenas prestaba atención ni a las caricias de su madre, ni a los consuelos de sus servidores.
-Tú eres joven, tú eres hermoso -le decía aquélla;- ¿por qué te consumes en la soledad? ¿Por qué no buscas una mujer a quien ames, y que amándote pueda hacerte feliz?
-¡El amor!... El amor es un rayo de luna -murmuraba el joven.
-¿Por qué no despertáis de ese letargo? -le decía uno de sus escuderos;- os vestís de hierro de pies a cabeza, mandáis desplegar al aire vuestro pendón de ricohombre, y marchamos a la guerra: en la guerra se encuentra la gloria.
-¡La gloria!... La gloria es un rayo de luna.


Georgiana Mihoc 4º B.

No hay comentarios:

Publicar un comentario