Al anciano le extraño mucho pero como pensó
que era algo único se lo llevó para sacarle algún valor.
Una
mañana, se dio cuenta de que las muñecas hablaban y que tenían vida propia, y
prefirió quedárselas él en vez de venderlas.
Un
día, la muñeca decidió que debería abrirse y así no soportar el peso de cinco
muñecas en su interior. El anciano no quería, puesto que si le ayudaba tendría que soportar a
cinco muñecas más. Aquella misma noche su cáncer empeoró y estaba en las
últimas. Las muñecas usaron un poder que el anciano desconocía para curarlo del
cáncer con la condición de que él y toda su generación fabricaran matrioshkas el resto de su vida (y de
hay nació la historia de la matrioshka).
Antonio David Lerma (2º ESO)
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