Dicen que cuando te enamoras algo dentro de tu ser cambia, que muchas cosas te dejan de importar para abrir paso a un mundo nuevo de sentimientos.

La mañana discurrió rápido y al llegar la tarde yo me dispuse a dar una vuelta por el viejo parque donde de pequeña pasaba las horas jugando. Me senté en el decrépito banco donde solía dar la sombra y comencé a leer una de las revistas sobre moda. Pasado un rato me di cuenta de que en el mismo banco donde me encontraba, se encontraba uno de los chicos más apuestos de los que yo había podido ver jamás. Era un chico con los cabellos dorados como el oro y unos ojos en los que yo podía ver el color del mar. Aquel maravilloso desconocido me miró y en ese mismo instante algo dentro de mí comenzó a alterarse, mis mejillas se sonrojaron como nunca antes había sucedido. Yo comencé a mirar hacia otro lado ya que no podía comprender qué me estaba pasando. De repente aquel chico pronunció mi nombre, no podía creer lo que mis oídos acababan de escuchar. Me vi obligada a mirarlo pero era demasiada adrenalina la que recorría mi cuerpo. En ese momento comencé a tartamudear intentando pronunciar una sola palabra, la palabra que marcó mi destino hasta el día de hoy.
Anónimo;)
No hay comentarios:
Publicar un comentario