sábado, 24 de mayo de 2014

Recuerdos de la infancia

Recuerdo el día aquel ya lejano en el tiempo, pero cercano en los recuerdos que guardo de mis mejores experiencias, cuando  vi el mar y toqué la arena de la playa por primera vez. Tenía 4 años, y aunque fuera muy pequeña ese cumulo de sensaciones  nunca podrán borrarse de mi mente.
Era un caluroso día de verano cuando, montados en el coche, mi padre, mi madre, mi hermano y yo partimos hacia Fuengirola.
Cuando llegamos al apartamento, mi hermano y yo correteamos para elegir nuestra cama e intentar irnos lo más rápido posible hacía aquella inmensidad azul que parecía llamarnos hacia ella. 
Recuerdo a mi madre empeñada en que tomase algo de comer, pero mi hermano y yo solo queríamos encontrarnos con la playa. Al final, salimos ganando nosotros: no tomamos nada y nos dejó ir a la playa, después de embadurnarnos de crema protectora y colocarme aquellos manguitos con  dibujitos de Mickey Mouse.
Cuando mis pies tocaron la arena ardiente, empecé a dar saltitos, me quemaba y corrí hacia el agua en busca de su protección. Ya en donde las olas rompen su lucha con la arena, en donde se acarician ambos: arena, agua, agua, arena, viendo el ir y venir de esta, empecé a sentir sensaciones encontradas ante aquel gigante que era el mar: alegría, miedo, emoción,… pero al final, una ola más grande de lo normal me arrastró hasta la arena y comprobé lo salada y mala que estaba esta agua, llorando me encontré liada en la toalla en los brazos de mi madre.
Con la protección de mi madre miraba de reojo a los niños que con sus cubos y palas construían castillos y figuras que remataban con conchas de almeja. Poco a poco, paso a paso, me fui acercando, sin preguntar me fui haciendo unos amigos que duraron los días que pasé de vacaciones y que junto a ellos empecé a esquivar las olas, a jugar con ellas, a divertirme y a querer el mar, a respetarlo y a saber que cuando estaba enfadado había que alejarse un poco más.
Fue uno de los días más emocionantes de mi vida. Pero no solo en Fuengirola vi el agua y arena, pase unas vacaciones fantásticas.
Como era tan pequeña, en esa semana, no estaba solamente en la playa. Mi padre me compraba puzles, y mientras ellos se iban a la piscina, mi madre me daba la merienda en el balcón, mirando  mi nuevo amigo, el mar, y haciendo esos puzles.
Al atardecer, salíamos a caminar por el paseo marítimo, y dábamos un largo paseo, el sonido de las olas me acompañaba y acariciaba en mis sueños, no quería venirme.

Mari Carmen Quesada López  1º BACHILLER A

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