sábado, 24 de mayo de 2014

El triciclo de los sueños


Sol radiante, lluvia, hojas caídas, fuera la estación del año que fuera mi hermano y yo nos dirigíamos a casa de nuestra abuela, esa casa que no ha cambiado desde aquellos tiempos, tan maravillosa, que para mí es como un laberinto, habitaciones y  mas habitaciones, qué mejor lugar para jugar dos mellizos risueños.
Toc toc, llamábamos, mi abuela nos abría la puerta siempre con una sonrisa, subíamos intrépidos por las escaleras, esas escaleras peligrosas en las que nuestras piernas tropezaban y caíamos, pero de todas maneras seguíamos con nuestra sonrisa de oreja a oreja. Primero nos pegábamos una carrera hasta llegar al último piso, y siempre decíamos ¨el ultimo es un bobo¨ con esa voz de pillín y alegre, después nos recorríamos todo aquel laberinto con un triciclo, cuyos colores recuerdo: el asiento azul marino, los pedales verde hierba y todo lo demás rojo pasión, sencillo pero te hacía sentirte feliz. La fórmula 1 se traspasaba allí, nuestros pies pedaleaban a toda velocidad por tal de ganar esa carrera, éramos zipi y zape en persona. Pasaba el día y llegaba el momento de merendar aquellos bocadillos de aceite y cola cao de nuestra abuela, eso no faltaba nunca. No nos cansábamos de corretear de un lado a otro con él, nuestras caras lo decían todo, parecía que estábamos en otro mundo donde solo estábamos mi hermano y yo con aquellos triciclos.

Pasaban los años y nos íbamos dando cuenta poco a poco de que crecíamos, nuestras piernas sobresalían cada vez mas hasta el momento de no poder dar ni un paso hacia delante, esa nostalgia al encontrar el recuerdo de nuestra infancia donde nos sentábamos solo por el hecho de volver a sentir aquellas tardes con miles de aventuras. Ya no estábamos en esa edad de color rosa, donde creíamos que el mundo no se extendía mas allá de nuestros juguetes y del espacio que abarcaban nuestros ojos. Perdíamos el interés poco a poco, pero es increíble como un simple juguete puede marcar tu infancia. Por momentos quiero llegar a sentir esas emociones al montarme en el triciclo, que únicamente no es un triciclo también es el camino a muchos recuerdos. Todo cambia. La percepción del espacio, cómo veíamos el mundo a cómo lo vemos ahora, nuestros pensamientos, ya nada es lo mismo.

Recordar tu infancia hace sentirte en una nube de la que no quieres bajar, debemos seguir soñando y fantaseando como lo hacíamos de pequeños.

María Martínez Fernández 1º Bach. A

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