sábado, 24 de mayo de 2014

La primera vez que salí de España.

Todavía recuerdo como si fuera ayer aquel seis de junio de dos mil trece, cuando viaje a Inglaterra. Desde el primer momento me sentía entusiasmada, todo me parecía impresionante.
Montarme en avión me encantó, sobre todo sentir cómo cada vez iba más rápido hasta que se alzaba en el cielo. Fue una sensación maravillosa.
Cuando llegué a Notthingam y me bajé del avión percibí un olor diferente, como a humedad, pero era extraño, no parecía que estaba en otro país, ya que en nada de tiempo había llegado.
Allí, en el aeropuerto, nos esperaba mi hermana que nos llevaría a la casa donde estaba pasando el año. Tras un pequeño trayecto en autobús llegamos a la casa, el barrio donde estaba parecía sacado de una película. Nada más entrar salió por la puerta un olor a madera que nunca olvidaré. La casa era grande y vieja, pero bastante cómoda. Las escaleras eran muy estrechas y empinadas, sinceramente me daba miedo bajarlas, pero por lo demás se estaba a gustísimo.
Los primeros días los pasé allí, viendo aquella preciosa ciudad, un canal enorme lleno de patos y cisnes, la universidad, un castillos llamado The Wollaton Park que tenía más césped en sus jardines que cinco campos de fútbol, el centro de la ciudad, entre miles de cosas más.
El último día viajamos hasta Londres, una ciudad que soñaba con ver desde pequeña. Nada más llegar visitamos la estación de tren donde se rodó Harry Potter, yo una super fan de este. En Londres fui feliz, muy feliz. Lo que más me impresionó fue que al salir del metro, después de varias paradas, justo enfrente estaba el Big Ben y a los lados las típicas cabinas rojas. 
Cada paso que dábamos nos encontrábamos con algo más extraordinario e impresionante, cosas y lugares como su famosa noria, the tower bridge, las catedrales etc, que tanto había admirado en televisión y fotografías. Todo esto fue como un sueño al que me encantaría volver.

Lucía Valdivia, 1º Bachillerato B

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