sábado, 24 de mayo de 2014

Momentos efímeros


Era una tarde de otoño, un otoño de esos en los que las hojas de colores ocres bailaban vals con el atardecer, una de esas tardes en las que volvía la nostalgia con la brisa fresca. Sí, de esas tardes en las que el olor a tierra mojada te daba algo más que el oxígeno, te daba la vida.

Había pasado más de un año que no miraba esos ojos color marrón con un fina veta verde alrededor, esos ojos que un día llegaron a ser la luz que alumbraban mis días. Pero ahí estaba, mirándome. Sus pupilas se llenaban de finas lágrimas a la vez que mi corazón latía con fuerza. Mis piernas temblaban cuando se acercaba poco a poco con miedo lentamente hacia mí, distantes, como dos extraños pero a la vez como si no hubiera trascurrido tiempo entre los dos.

Se acercó, me abrazó, y al fin noté cómo era de verdad, algo real, no era otro más de mis absurdos sueños. Hubo un momento de silencio, el tiempo se detuvo y escuché cómo los latidos de nuestros corazones se compaginaban.

Se separó unos centímetros, sus manos temblorosas acariciando mi rostro. No me dijo nada, pero con su mirada me dijo todo. No sé cómo pero supe que esa era la última vez que nos volveríamos a ver.

Ana Expósito González 1º Bach B 

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