sábado, 24 de mayo de 2014

ESA CRIATURA

Escuchamos un extraño ruido, así que todos nos giramos y entonces lo vimos. 
Ocurrió hace unos años, en Málaga. Mi familia, una amiga y yo estábamos pasando un buen fin de semana de verano en un chiringuito justo al lado de la playa. Si mal no recuerdo, había oscurecido del todo y podíamos deslumbrar en el cielo nocturno la gran cantidad de estrellas y una luna cuyo perfil casi se había escondido.
Todo iba bien, la música sonaba de fondo, en el chiringuito solo quedábamos nosotros aunque, a mis padres no pareció afectarles la mirada disimulada del dependiente que nos decía con los ojos "oye, ¿por qué no os vais ya? Estoy cansado de todo el día y vosotros venís aquí y me hacéis pasar horas extra. ¿Es que no tenéis corazón?", o al menos así lo interpretamos mi amiga Ana y yo. 
Nos habíamos cansado del frío sabor que casi ni sentíamos del helado de fresa que un camarero que se fue hace un rato nos había servido amablemente. Por esto, Ana y yo pensamos en comernos algo no tan "frío" y, en seguida recordé que tenía un kinder bueno en mi mochila. La mochila que supuestamente debería estar a los pies de mi butaca pero que, misteriosamente ya no estaba. Inmediatamente, mi mente comenzó a elaborar hipótesis acerca de su desaparición, desde la posibilidad más optimista hasta la más pesimista y fantástica de todas. Pero lo que ocurrió a continuación nos descolocó a todos más aún.
La luz, como si la noche la hubiera absorbido, se apagó y, con ella toda la música y la televisión que sonaba inútilmente. El dependiente, suspirando, se levantó de su sitio y fue hacia la parte trasera del edificio para comprobar los plomos. Ahora sí que estábamos completamente solos. El silencio inundó el ambiente y así permaneció hasta que oímos un leve golpe detrás de nosotros. Mi madre perdió su sangre fría y, como alma que lleva el viento, sacó a gran velocidad una linternita que viene incorporada a los típicos bolígrafos que sirven como recuerdos e iluminó hacia el lugar del ruido. Como mi madre había sido la única en girarse, solo nos quedaba hacerlo a nosotros. Así que todos nos dimos la vuelta y entonces lo vimos.
Era una criatura peluda, del tamaño de una pelota de tenis con dos ojos inocentes pero grandes. Tenía dos patitas finas y, para sorpresa mía, en sus dos pezuñas sostenía mi kinder bueno, el cual devoraba con mordidas pequeñas y rápidas. Cuando parpadeé y volví a mirar, esa criatura había desaparecido. Desapareció delante de nuestras miradas estupefactas y lo que es peor, se llevó mi kinder. Luego, la luz volvió y el come-chocolates no dejó pista alguna de su existencia, excepto mi mochila, que había vuelto al lugar donde debería estar, a los pies de mi butaca.
Ana y yo, aun no sabemos qué podría haber sido aquel ser. Mi padre, el que no deja volar su imaginación y la mantiene atada a la tierra, dice que podría ser algún tipo de mono o algún tipo de mutación de cualquier ratón o, incluso un gato. Pero Ana y yo estamos de acuerdo en que su aspecto no parecía la de un mono y que los gatos no comen kinders. Más aún, sea lo que fuere, los seres vivos, normalmente, no suelen desaparecer, literalmente, en un abrir y cerrar de ojos. Puede que algún día descubramos qué pudo ser aquella criatura, pero hasta entonces se mantendrá en una incógnita.

Hecho por: Nadya Svetlana Bernal Makushkina (1º Bach. B)

No hay comentarios:

Publicar un comentario