sábado, 24 de mayo de 2014

Yo tan solo tenía seis años cuando aquel enero apareció en mi vida. Aún recuerdo sus grandes ojos marrones brillantes y rebosantes de alegría al nacer. Fue toda una ilusión cuando después de una noche en vela esperando, su madre Linda le dio a luz. Gordo era el perro más precioso que jamás había visto. Con el paso del tiempo Gordo creció, era desaliñado y tontorrón, la única cosa que buscaba era alguien a quien serle fiel, y esa fui yo. Siempre estuvo en buenos y malos momentos, celebró los momentos mas álgidos conmigo como nadie, y me acompañó en los momentos más amargos.
Lo que nunca olvidaré será una tarde veraniega en la que me salvó la vida. Salí a darle un paseo por un carril y por el campo, él corría libremente de un lado para otro, retozándose sobre la hierba cuando decidimos volver a casa, ya que todavía nos quedaba una hora y media de camino. A mitad de la vuelta íbamos solos, y de no ser por Gordo, no sabría decir qué hubiera sido de mi . pasó una furgoneta vieja y medio rota, con dos hombres y una mujer de unos treinta y cinco o cuarenta años. A mí me parecieron raros, pero los ignoré porque no me importaba lo más mínimo a dónde se dirigían ni sus intenciones. He de decir que ese carril une mi pueblo con el de al lado, y hay muchos cortijos por medio. 
Transcurrido un buen rato, me di cuenta de que la furgoneta estaba parada en un cortijo que está medio abandonado, y que los tres individuos trapicheaban algo. Yo, entre unos matorrales me escondí a ver que hacían aquellos extraños personajes. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaban derramando bidones de gasolina sobre la casucha y que pretendían prenderle fuego. Para mi desgracia, se dieron cuenta de mi presencia y vinieron a por mi, cogieron a mi perro que ladraba a más no poder, y me ataron a una silla al lado de la casa mientras uno de ellos buscaba algo para prender fuego. Ahí fue el momento en el que Gordo me salvó, se tiró a morder a la mujer, que mientras se recuperaba y los otros dos la socorrían, yo me desaté y llamé a mis padres. Uno de los individuos forcejeaba conmigo mientras otro intentaba capturar a mi héroe. Nunca más supe del paradero de estos tres, lo que si sé es que siempre le deberé la vida al que una vez me prometió serme fiel.

Mª Carmen Soler Torres (1º bachillerato B)

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