sábado, 24 de mayo de 2014

Una gran victoria

Aún recuerdo perfectamente aquel día, el día en que gané mi primer partido de tenis. Rondaba el mes de mayo y por esas fechas ya comenzaba ha hacer un calor algo irritante, tanto, que cuando comenzabas a jugar un pequeño peloteo y debías correr durante apenas unos instantes para conseguir rematar una bola, tus pies comenzaban a freírse como un huevo frito que intenta corretear y escaparse de una sartén rectangular. 

El partido que yo debía disputar se jugaba a las cuatro de la tarde bajo un inmenso cielo azul y tan despejado que hacía que me sintiera como una diminuta hormiga en nuestro gran planeta. El lugar en que competíamos era el polideportivo San Marcos, mi lugar de entrenamiento habitual, y mi rival era un gran amigo con el que yo practicaba continuamente en los entrenamientos semana tras semana y de cuyo nombre no quiero acordarme. Cuando llegué él ya estaba allí, había llegado unos minutos antes y me estaba esperando, sentado, clavando su mirada en el infinito. Yo supuse que estaba concentrándose, o al menos es lo que me pareció en aquel momento, puesto que ahora pienso en ello y me pregunto si en realidad sólo estaba mirando a las musarañas. Al llegar a la pista nos saludamos y comenzamos a pelotear, estaba muy nervioso así que esa parte no consigo recordarla bien puesto que mi cuerpo era un flan que se movía al son del viento y que no era muy consciente de sus actos. Empezamos el partido y cuando quise darme cuenta iba perdiendo por tres juegos ya que no conseguía alejar los nervios de mí y jugar como realmente podía hacerlo. En ese momento me percaté de que o me tranquilizaba o perdería, así que con un gran esfuerzo y concentración lo conseguí y empecé a remontar el encuentro. El partido duró unas cuatro horas, contando claro está, algunos descansos para refrescarnos. La gran duración se debe principalmente a que era un partido muy igualado. En la última bola de partido los dos arrastrábamos un gran cansancio, pero sacando fuerzas de flaqueza y debido a mi gran ahínco por ganar ese partido conseguí hacer un gran golpeo de derecha para cerrar el partido. Cuando todo acabó sentí una gran satisfacción puesto que había logrado una gran hazaña a nivel personal, aunque sin duda alguna yo me quedaría con el sentimiento de compañerismo y rivalidad que se podía respirar durante todo el partido entre algo más que dos rivales, dos amigos jugando solamente para divertirse.

José Alberto Vico (1º Bachillerato A)

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