sábado, 24 de mayo de 2014

Un día de exploración


Era un domingo de abril como otro cualquiera y me encontraba en un camping de Cazorla junto a unos compañeros de atletismo y nos dispusimos a ir a explorar una cueva en mitad de una sierra.
Nos dispusimos a entrar cuando ya lo teníamos todo preparado para poder explorarla sin ninguna dificultad. Cuando entramos nos entró un tremendo escalofrío y se nos pusieron los pelos de puntas como si hubiera algo sobrenatural en ella aunque allí solo había oscuridad y unos pocos animales que viven en cuevas, así que pensamos que fue por el cambio de temperatura ya que en el exterior hacía un calor descomunal a pesar de no haber entrado en verano.
Nos dispusimos a ir avanzando hacia el interior y conforme entrábamos la cueva se hacía más difícil de explorar, aun así nosotros continuamos.
Mientras explorábamos la cueva, nos encontramos con lagos subterráneos que tuvimos que atravesar para continuar sin saber qué podríamos encontrarnos allí, en el lago sumergido. También pasamos por unos túneles donde nos pusimos llenos de barro y subimos por una cuesta que se hizo eterna debido a su inclinación.
Conforme explorábamos, nos echamos fotos y nos dimos golpes en la cabeza con el techo.
Además, cuanto más nos metíamos hacia las entrañas de la cueva más frío empecé a notar como si hubiera algo que fuera a suceder de un modo inesperado pero no sabía qué era así que intenté ignorarlo.
Cuando llegamos casi al final de la cueva mi cuerpo estaba congelado, no sé si del frío que hacía o del miedo que tenía como si nos fuéramos a quedar atrapados debido a un derrumbamiento. Antes de dar la vuelta para salir ya que no se podía avanzar más me, dispuse a explorar mi alrededor y fue cuando vi como si en una pequeña brecha que había en la pared nos estuviera observando algo con sus grandes ojos rojos que parecían dos grandes zafiros brillantes. Me dispuse a mirar a mis compañeros para comprobar si alguien más lo había visto pero parecía que ninguno lo había visto.
Conforme nos volvimos no pude dejar de pensar en aquellos grandes ojos perteneciente a un ser extraño que no supe lo que era así que varia veces me escurrí y me caí.
Cuando salimos, nos fuimos a tomar algo a restaurante que había allí en la nada y fue cuando escuché a hablar a dos hombres sobre un ser que habitaba la cueva en la que estábamos por lo cual me entró un miedo terrorífico a las cuevas y desde entonces no he vuelto a entrar en ninguna para evitar encontrarme a ese ser misterioso para evitar que me pase nada.

Raúl Martínez Roa  (1º Bachillerato-A)

No hay comentarios:

Publicar un comentario